Historia de la Música Festera (III)
Evolución de la marcha mora
La marcha mora, llamada márcha árabe en sus inicios, ha ido evolucionando a lo largo de las décadas de forma pausada. De hecho, aunque ya sabemos que se originó a principios del siglo XX, no llegó a consolidarse por todo el territorio festero hasta después de la Guerra Civil española.
Previo a la contienda, y también durante algunos años después, la mayoría de las marchas que se componían eran de marcado corte alhambrista (inspiradas en el entorno exótico de La Alhambra).
De esta época podemos señalar algunos títulos representativos como «A la Meca» (1910) de Gonzalo Blanes Colomer (1882-1970), «Paso a la Cábila» (1917) de Rafael Martínez Valls (1895-1946), «L’entrà dels moros» (1914) y «Moros y Cristianos» (1935) de Camilo Pérez Monllor (1877-1947), «Genna al Ariff» y «El Mexuar» (1924) de Evaristo Pérez Monllor o «El ball del moret» de Gustavo Pascual Falcó (1909-1946). Cabe destacar que el propio Pascual fue quien inventó la distribución actual de las bandas de música en los desfiles, es decir, la parte rítmica delante, el acompañamiento y las melodías detrás y los instrumentos de contratiempo al final. Esta nueva disposición de los músicos se le ocurrió el día del estreno de su marcha mora «Buscant un bort» (1944), dado que el autor se percató de que la banda sonaba de forma extraña, solucionándolo con el cambio en la organización.

De hecho, para muchos expertos, «Buscant un bort» es la obra que le otorga a Pascual Falcó el título de renovador de la música escrita para la fiesta de Moros y Cristianos, así como el apelativo de auténtico creador de la música festera moderna, al abrir el camino a nuevos horizontes con los que otros compositores encontrarían después novedosas formas de expresión artística. Resulta curioso, no obstante, que sería con un pasodoble, el archiconocido «Paquito el Chocolatero» (1937), con el que el compositor de Cocentaina alcanzaría fama internacional, años después de su fallecimiento.
Los años cuarenta y cincuenta
Volviendo a la marcha mora, en realidad fue entre los años 40 y 60 del siglo XX cuando esta sufrió una evolución rítmica, adoptando un carácter más vivo -pese a apostar por un tempo más lento que las primeras marchas árabes-, y usando armonías modales para dar un ambiente más oriental, aunque dejando de lado el alhambrismo musical.
El género evolucionó con compositores como José Pérez Vilaplana, autor de «Guardia Jalifiana» (1952), «A mons pares» (1959) y «Voluntad de Fer» (1968); José Mª Ferrero Pastor (1926-1987), creador de «Reige» (1958), «El Berberisch» (1961), «Chimo» (1964) y «El Kábila» (1965); o Miguel Picó Biosca, compositor de «Fran-Semp» (1952), «El negro Sansón» (1954) o más tarde «El President» (1971). Estos y otros autores rompieron con los moldes clásicos, optando por una estructura típica de pasodoble a la que añadieron en la instrumentación el toque de percusión a modo de ostinato (secuencia que se repite durante la obra).
Otros autores que podemos señalar de esta época son Vicente Catalá Pérez («No ho faré més», 1949), Rafael Casasempere Juan («La Cashba», 1949), Manuel Carrascosa García («Moros Nuevos», 1954), Rafael Giner Estruch («El Moro del Sinc», 1954), José Albero Francés («Llanero i president», 1955), Enrique Castro Gamarra («Ibn-Jafaixa», 1957), Tomás Olcina Ribes («Moros del Arrabal», 1963) o José Insa Martínez («Al-Azarch», 1979).
Como decíamos, esta evolución tendería cada vez más al uso de la percusión, característica que llegaría a su máximo exponente con la marcha mora «Ana-Bel» (1974) del alcoyano Enrique Llácer Soler.

Mención aparte merece el músico Amando Blanquer Ponsoda -creador de la primera marcha cristiana-, quizá uno de los compositores españoles más cualificados del siglo XX, que con obras como «Abencerrajes. Tarde de Abril» (1957), «L’ambaixador» (1958) o «Any d’Alferes» (1967), se centraría más en el aspecto armónico, apostando por un marcado carácter sinfónico con tintes contemporáneos y el uso de armonías atonales. De hecho, este autor es considerado un adelantado a su tiempo, y a veces incomprendido, tanto por la mayoría de festeros -que no se atrevían a usar sus obras en la calle- como por muchos músicos.
Sin contar algunas excepciones como la del maestro Blanquer, cabe destacar que costó salir de esta corriente, puesto que a los festeros les bastaba con una fórmula rítmica en la percusión y una secuencia melódica con contraste forte-piano, importándoles poco el aspecto melódico.
El Festival de Música Festera de Alcoy
La instauración del Festival de Música Festera de Alcoy, certamen de composición creado por el ayuntamiento en el año 1947 y que pasaría a estar organizado por la Asociación de San Jorge años más tarde, ayudó a salir de este estancamiento artístico, dando un soplo renovador a la música festera. En palabras de la musicóloga Ana Botella:
«El Ayuntamiento considera que la Música Festera sufre un estancamiento –por resultar poco novedosas y obsoletas las piezas que se componen– y quiere sacarla de esta situación, es decir, quiere potenciar la composición de este tipo de música. Francisco Boronat Picó, alcalde de Alcoy por esas fechas, concibe la idea de dotar a la ciudad de unas partituras originales de ritmo típico alcoyano, al mismo tiempo que se enriquecía el archivo municipal festero. Como dato curioso señalamos que la dotación económica del premio comenzó con 2000 pesetas, pasando en 1961 a 3000, hasta llegar al día de hoy que es de 3000 euros».

De hecho, muchas de las obras mencionadas anteriormente como «El Kábila», «El Berberisch», «L’ambaixador» , «Ibn-Jafaixa» o «Ana-Bel», consiguieron ser premiadas en dicho certamen, dando muestras de un gran nivel compositivo. Por otra parte, y sumado al aire renovador que supuso para el género dicho concurso, este también contribuyó a su difusión, dado que las obras premiadas eran enviadas a las agrupaciones musicales de todo el territorio festero.
Años 70 y 80
En los 70 y 80, las marchas moras prosiguieron esta línea de predominio de la percusión, apareciendo otros títulos destacados como «Als Ligeros» (1980) de Pedro Joaquín Francés Sanjuán (1951-2013), «Jamalajam» de José Ferrándiz Fernández, o «El President» (1971) de Miguel Picó Biosca, mencionada anteriormente, las cuáles marcaron un nuevo estilo.
Algunos compositores como José Mª Ferrero Pastor intentaron buscar nuevas formas de expresión musical en la fiesta, presentando composiciones que abordaban el uso de armonías modernas, como por ejemplo «Ovana» (1974) o «Muladíes» (1977). Otros como Francisco Esteve Pastor (1915-1989) optaron por fusionar el jazz con la música tradicional, abriendo un camino muy interesante con marchas como «Ben-Amer» (1974), «Penya Cadell» (1975), «Mudéjares» (1976) o más adelante «Adrián Espí» (1984) y «Juanjo» (1986).

Luego vendrían otros autores como José Mª Valls Satorres, Rafael Mullor Grau, Daniel Ferrero Silvage, Ignacio Sánchez Navarro o Antonio Carrillos Colomina, entre muchos otros, de los cuáles hablaremos en una próxima entrega.
Autoría:
- Musicamorosycristianos.com
- Musicafestera.com
Bibliografía:
- «Aproximació a la marxa mora» – José R. Pascual Vilaplana.
- «Amando Blanquer Ponsoda y su aportación al Concurso de Composición de Música Festera de Alcoy» – Ana María Botella Nicolás.
- «Aproximación musical a A-Ben-Amet (1907): primera marcha mora de la historia de la música de moros y cristianos» – Ana María Botella Nicolás.
- «El origen incierto de la Música Festera» – José Fernando Domene Verdú.