Entrada cristiana Alcoi 2009

Historia de la Música Festera (IV)

Evolución de la marcha cristiana

De las tres principales modalidades musicales escritas para la fiesta de Moros y Cristianos, la marcha cristiana fue la última en ver la luz, y también la que más tardó en ser totalmente adoptada por el público festero.

Recordemos que, aunque las huestes moras ya disponían de su propia música para desfilar en forma de marchas árabes, los cristianos continuaron abriéndose paso al son de pasodobles sentats o dianeros.

Aunque todavía tardarían años en disponer de una modalidad propia, tuvieron algunos indicios con pasodobles como «Mi Barcelona» (1911) del alcoyano Julio Laporta Hellín (1870-1928) o «Julio Pastor» (1956), del también alcoyano Amando Blanquer Ponsoda (1935-2005).

Fragmento final de «Julio Pastor», donde se atisba una idea de lo que sería «Aleluya»

Fue este último quien, en el año 1958, compuso la pieza «Aleluya», clasificada por el autor como marcha cristiana y dedicada a la Filà Vascos de Alcoy, en el año de su alferecía. Se trata de una pieza cuya construcción nos recuerda a ciertos cánones litúrgicos, pareciéndose más a una especie de música religiosa donde las melodías evocan un canto de alabanza y devoción, junto con fanfarrias de júbilo y fiesta.

Cuatro años más tarde, el maestro Blanquer también escribiría «Salmo», de carácter y estructura similar a «Aleluya». Cabe destacar que, pese a ser Blanquer el inventor de la marcha cristiana, tras esta última no volvería a componer una pieza para el bando cristiano hasta treinta años después, en 1995, con «Tino Herrera». Y es que la estética que inició Blanquer no tuvo demasiada acogida; de hecho, el propio compositor declaró: «Tenía la sensación de que me había equivocado, que no era ese el camino» . Podéis encontrar más información en el artículo publicado por Musicafestera.com: «Sensacions d’Amando Blanquer sobre la marxa cristiana. Camí correcte o equivocat?».

“Los cristianos necesitaban algo diferente. Estaba ya en el ambiente festero, yo no hice nada más que recogerlo”
Amando BlanquerAmando Blanquer Ponsoda
Tuvieron que pasar 30 años hasta que el maestro Blanquer compusiera su tercera marcha cristiana

José Mª Ferrero y José Pérez Vilaplana

José Mª Ferrero
José Mª Ferrero Pastor

Realmente, la marcha cristiana empieza a recibir el visto bueno de «La Fiesta» a finales de los años 60, con autores que componen piezas totalmente diferentes a «Aleluya» y «Salmo» desde el punto de vista estético. Destacan sobretodo José Mª Ferrero Pastor (1926-1987), con marchas como «Bonus Christianus» (1966) y «Apóstol Poeta “Rafael Duyos”» (1978), así como José Pérez Vilaplana (1929-1998), con «Zoraidamir» (1969) y «Gentileza 72» (1972).

Estas obras se caracterizan por tener una estructura de pasodoble festero, con una instrumentación en la percusión que le otorga el carácter marcial, usando los timbales a modo de ostinato.

Otros autores que podemos señalar en esa época son José Gómez Villa («L’Entrà dels Cristians»,1966), Francisco Grau Vegara («Tayoll», 1969), Juan Manuel Molina Payá («Ballesteros», 1974) o Francisco Esteve Pastor, («Ja baixa l’àguila», 1975; «Les tomasines», 1978).

Años 80

A finales de los 70 aparecen las marchas cristianas del compositor José Mª Valls Storres (1945), que siguiendo la nueva estructura iniciada por los maestros Ferrero y Pérez Vilaplana, introduce novedades como los corales majestuosos y las fanfarrias, como podemos comprobar en «Als Cristians» (1975), «El Conqueridor» (1980) o «Ix el cristià» (1981). De este autor hay que destacar su «Pas als Maseros» (1982), la cual introduce variaciones sobre temas populares valencianos como «Ramonet (Maseret), si vas a l’hort», «Serra de Mariola», etc.

En este periodo también encontramos piezas como «Tomasines» (1981) de Tomás Olcina Ribes (1943), «Capitanía Cides» (1986) de Antonio Carrillos Colomina (1942-2014) o «Víctor» (1983) de José Fco. Molina Pérez (1947). Estas dos últimas alcanzaron gran popularidad, siendo de las más interpretadas en toda la geografía festera.

Rafael Mullor Grau
Rafael Mullor Grau

Mención especial merece el compositor Rafael Mullor Grau (1962), quien introduce en el género una estética más impactante y con influencias cinematográficas, haciendo uso de unas orquestaciones muy elaboradas. Su pieza «L’ambaixador cristià» (1982) supone un gran cambio en la estética de la marcha cristiana, dotándola de una mayor grandiosidad y de un carácter mucho más guerrero. Mullor afianzaría esta dinámica con «El Barranc del Sinc» (1986), y más tarde con «Alcoi, escata i destral» (1996), pieza que, en palabras del compositor José Rafael Pascual Vilaplana, supone «uno de los trabajos compositivos más interesantes y desarrollados de la historia de la música de Moros y Cristianos».

Por último, cabe señalar a Joan Enric Canet Todolí, que con su «Heráldica» (1985), rebautizada años más tarde como «Als Creuats» (1991), también aporta un punto de vista interesante al género.

Años 90

Si bien es cierto que durante los años 70 y 80 los festeros empezaron a abrazar el uso de la marcha cristiana, no podemos obviar que en muchas poblaciones se seguía desfilando al ritmo de pasodobles festeros, como por ejemplo «Paquito el chocolatero» de Gustavo Pascual Falcó (1909-1946), «El Desichat» de Edelmiro Bernabeu Cerdà (para otros autores, de Emilio Moreno Roca) o «Pepe Antón» , «Els preparats» y «Caridad Guardiola», los tres del anteriormente citado Antonio Carrillos.

Dicho esto, fue en los años 90 cuando la marcha cristiana desplazaría completamente al pasodoble festero como la elección preferente por los cristianos a la hora de desfilar (excepto en casos singulares que se mantienen hoy en día, como en las comparsas y filaes de Contrabandistas, Andaluces, Mirenos, Estudiantes, etc.).

Una obra que tuvo buena parte de culpa fue «Caballeros de Navarra» (1990), del autor de Caravaca de la Cruz Ignacio Sánchez Navarro (1962), una marcha cristiana que causó sensación por su novedad melódica tan evocadora.

También hay que otorgarle este mérito a Pedro Joaquín Francés Sanjuán (1951-2013), que con su «Gloria», «Tizona», y sobretodo «Cid» (1995), ayudó a la expansión del género por toda la geografía moro-cristiana. Esta última pieza, junto a las ya mencionadas «Apóstol Poeta R. Duyos», «Pas als Maseros, «Capitanía Cides», «Zoraidamir» y «Caballeros de Navarra», son posiblemente las más interpretadas a lo largo de la historia festera.

Portada de "Caballeros de Navarra", de Ignacio Sánchez Navarro
Portada de «Caballeros de Navarra», de Ignacio Sánchez Navarro

Otros autores que podríamos destacar de esta época, caracterizada por el auge de partituras con unas grandes orquestaciones, son Daniel Ferrero Silvage, autor de «Chenco Pla» (1990) o «Aragonesos 99» (1999); Miguel Ángel Sarrió Nadal, con «Lydia» (1991) o «Ambaixadora contrabandista 98» (1997); Ramon Garcia i Soler, compositor de «David» (1997), «Batallers», (1999) o «Paco Jover» (2005); Enrique Alborch Tarrasó, con «Terra Nostra» (1999) o «La victòria» (2001); y José Rafael Pascual Vilaplana, autor de «Archaeus» (1998), «Jéssica» (2000), «La néta del manyà» (2001) o «Creu d’Arsuf» (2003).

Por su importante contribución a la evolución del género, hay que remarcar el trabajo del compositor Josep Vicent Egea, que con sus obras «Catarsis» (1986), «Marfil» (1994) y sobretodo «Picadilly Circus» (1991), rompe los moldes creados hasta entonces, fusionando el carácter marcial de la marcha cristiana con un lenguaje armónico y melódico con influencia jazzística y con aires de música tradicional americana.

Siglo XXI

Adoptada de pleno la marcha cristiana, es con el nuevo milenio cuando comienzan a fluir una gran cantidad de piezas.

El número de marchas cristianas compuestas (y de música festera en general) se amplía año tras año, apareciendo autores destacados como Saül Gómez Soler, autor de «Diafebus» (1999), «Adalil» (2000), «Signum» (2007) o «Veles e vents» (2011); Francisco Valor Llorens, con «Creu Daurà» (2002), «La Rosa i el Drac», (2004) «Xamarcai» (2005) o «Mai-Sabel» (2010); Vicent Pérez i Esteban, con «El timbal i la lluna del Cid» (2001) o «Templaris d’Albaida» (2005); Miguel Ángel Mas Mataix, con «Biscaïns d’Onil» (2001) o «El honor de un caballero» (2002); o Mario Roig Vila, autor de «Tabal i saragüells» (2003).

Saül Gómez Soler
Saül Gómez Soler
Francisco Valor Llorens
Francisco Valor Llorens

Las marchas amplían su instrumentación, caracterizándose por la importancia de la percusión (que ya no cumple solo la función de marcar el ritmo) y la inspiración en armonías diversas. Se elaboran piezas que, siguiendo el estilo de décadas anteriores, contienen mucha más fuerza y le otorgan mayor importancia a los contrastes dinámicos.

Además, cabe destacar la incipiente inclusión de la voz en el repertorio, ya sea acompañando de manera coral conjunta como en «Zaphirus» y «El Diví» (2007), del mencionado Francisco Valor; en «Tempora Belli» (2005) de Àngel Lluís Ferrando (1965) o en «Invictus» (2016), de Miquel Morales (1982), o bien mediante colores concretos (arengas, gritos de guerra, etc.) como en «Cruïlla de cors» (2008) o «Mai-Sabel» (2010), de los ya aludidos Àngel Lluís Ferrando y Francisco Valor, respectivamente; en «Biscaïns d’Onil» (2001) de Miguel Ángel Mas Mataix o en «Gràcies Creuats» (2007) de Gregori Casasempere Gisbert (1958).

Fragmento de «El Diví», en el que se incluye coro de voces blancas
Fragmento de «Templaris d’Albaida», en el que se incorpora el uso de la caracola
«Història i Mite», marcha épica de Carles Crespo Jordà
«Apocalipto», marcha de mercenarios de Miquel Morales

Por otra parte, se introduce la búsqueda de nuevos elementos como el cuerno aerófono o la caracola, que encontramos en marchas como «Templaris d’Albaida» (2005) y «Sethtzar Lo Blanch» (2019) del atrás citado Vicent Pérez Esteban, o en «Avant Creuats!» (2009) de Azael Tormo Muñoz (1966), además de otros utensilios como yunques, campanas, órganos o «sacs de gemecs« (cornamusas), un tipo de gaita. Asimismo, la búsqueda de nuevas propuestas hace que nazcan varios subgéneros dentro de la marcha cristiana, como el pas masero, el pas o marxa contrabandista, el ballet cristiano, la marcha medieval, la marcha épica o la marcha de mercenarios.

La gran diversidad de autores actuales hace que no podamos nombrarlos a todos, pero podemos señalar algunos nombres como Juan Carlos Sempere Bomboí, Ernesto García Climent, Jaime Fco. Ripoll Martins, Damián Molina Beneyto, Carlos Pellicer, Óscar Sempere, Santiago Quinto, Gaspar Ángel Tortosa, J. Salvador González, Francis J., Óscar Navarro, Iñaki Lecumberri, Ferran Campos o Juan Bautista Francés entre muchos otros.


Autoría:

  • Musicamorosycristianos.com
  • Musicafestera.com

Bibliografía consultada:

  • La marcha cristiana: de “Aleluya” a “Picadilly Circus” – José R. Pascual Vilaplana.
  • Características estilísticas y musicales de Aleluya: primera marcha cristiana de la historia de la música de moros y cristianos – Ana María Botella Nicolás.

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